LA MUERTE ES REVERSIBLE
A principios del año pasado, cuando la pandemia estaba recien empezando, unos científicos devolvieron a la vida cerebros de cerdo muertos, provocando enormes dilemas éticos en el proceso.
Todos sabemos que cuando tu cerebro muere, tú mueres. Sin suministro de sangre, las células cerebrales empiezan a morir rápidamente en unos seis minutos. A continuación, se produce una pérdida irreversible de toda función neurológica en el cerebro y el tronco cerebral. No hay señales de vida, no hay vuelta atrás, firma el certificado de defunción. Al menos, eso es lo que se supone que ocurre.
El 2020, científicos de la Facultad de Medicina de Yale crearon la mayor conmoción sobre la reanimación del cerebro desde Mary Shelley, cuando informaron de que habían revivido los cerebros de 32 cerdos cuatro horas después de haber sido sacrificados.
Los cerebros, al parecer, podían volver a la vida.
Los investigadores conectaron los órganos "muertos" a un sistema que les infundía un sustituto de la sangre llamado BrainEx, que favorece la recuperación celular tras la falta de oxígeno. Los científicos descubrieron que BrainEx ayudaba a mantener la estructura interna del cerebro y reiniciaba algunas funciones de las células cerebrales, como la capacidad de producir energía y eliminar residuos. Y lo que es más sorprendente, descubrieron que la actividad eléctrica entre las células cerebrales se reiniciaba. No había signos de señales coordinadas, ni mucho menos indicios de conciencia, pero, por otro lado, las sustancias químicas introducidas en el cerebro se habían formulado para evitar esa posibilidad.
"Lo que estamos demostrando es que el proceso de muerte celular es un proceso gradual y escalonado y que algunos de esos procesos pueden posponerse, preservarse o incluso revertirse", dijo el investigador principal y neurólogo, el profesor Nenad Sestan, en la publicación de su investigación en la revista Nature en abril de 2019. Sestan comenzó tratando de revivir las células cerebrales de los animales como medio para comprender las redes cerebrales y las enfermedades neurológicas. Pero ha acabado planteando cuestiones científicas y éticas de gran calado. ¿Cómo definimos la muerte? ¿Hay que revisar las directrices actuales sobre la muerte cerebral? ¿Deberíamos siquiera llevar a cabo investigaciones que planteen la más mínima posibilidad de crear conciencia? ¿Y ahora qué?
Parece que Sestan puede estar tambaleándose por las posibles implicaciones de lo que ha descubierto a medias. Seis meses después de la publicación de su investigación, se resiste a decir en qué punto le ha dejado o cuáles son los próximos pasos.
"El periodo de reevaluación que sigue a un estudio de esta naturaleza puede ser importante, y desde una perspectiva holística, probablemente debería serlo", dijo. Su grupo de investigación, dijo, estaba considerando cuidadosamente su próxima serie de experimentos, pero sería prematuro revelarlos "incluso en términos abstractos".
Independientemente de lo que decida hacer el equipo de Sestan, ya no hay nada que hacer, y es probable que otros impulsen su trabajo. Con la investigación paralela sobre minicerebros cultivados y con el neurocirujano italiano Sergio Canavero afirmando que está listo para realizar el primer trasplante de cabeza humana, no faltarán titulares sobre Frankenstein en la década de 2020. Ahora se trata de saber dónde y cuándo los éticos y los reguladores empiezan a trazar nuevas líneas.
Como señaló un grupo de neurocientíficos, especialistas en bioética y abogados en una respuesta de Nature a la noticia de que los cerebros de los cerdos habían sido parcialmente revividos: "Nos recuerda una frase de la película de 1987 La princesa prometida: 'Hay una gran diferencia entre estar casi muerto y estar completamente muerto'. 0 La mayoría de los muertos está ligeramente viva