Al abrir los ojos encontramos una gran variedad de colores, pero sólo podemos detectar tres longitudes de onda diferentes de luz, que corresponden al verde, el azul y el rojo. Combinando esas tres señales en el cerebro se crean millones de matices diferentes.
En cada ojo hay entre 6 y 7 millones de células de cono, que contienen una de las tres proteínas sensibles al color conocidas como opsinas. Cuando los fotones de la luz inciden en las opsinas, cambian de forma, activando una cascada que produce señales eléctricas, que a su vez transmiten los mensajes al cerebro. Bastante más de la mitad de nuestras células de cono responden a la luz roja, alrededor de un tercio a la luz verde y sólo un dos por ciento a la luz azul, proporcionándonos visión enfocada en la región amarillo-verde del espectro.
La mayoría de las células de cono del ojo humano están en el centro de la retina, en un punto conocido como la fóvea, y miden tan sólo fracciones de un milímetro de diámetro. La luz se enfoca en este punto, proporcionando una imagen nítida ya todo color en el centro de nuestra visión. El resto de la retina está dominada por 120 millones de células de bastón, que detectan la luz, pero no el color. Estamos tan acostumbrados a ver el mundo en rojo, verde y azul que nos puede parecer extraño pensar que la mayoría de los demás animales no pueden.
Algunas especies de peces, reptiles y aves tienen visión en cuatro colores, ya que son capaces de ver el rojo, el verde, el azul y la luz ultravioleta o infrarroja, pero durante la evolución de los mamíferos se perdieron dos de los cuatro tipos de conos, dejando a los mamíferos más modernos con visión dicromática: viendo matices de únicamente amarillo y azul.
Esto no era un problema para muchos de los primeros mamíferos, porque eran nocturnos y vivían bajo tierra, donde no era muy necesaria una buena visión en color. Sin embargo, cuando los primates empezaron a desplazarse hacia los árboles, una duplicación de genes proporcionó a algunas especies la capacidad de ver el rojo, ofreciéndoles una importante ventaja evolutiva al distinguir los frutos rojos maduros contra las hojas verdes.
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